Porque, hoy, podríamos alimentar adecuadamente a 12.000 millones de personas -casi el doble de la población mundial- y, sin embargo, 842 millones de personas pasan hambre.
Porque cada 7 segundos un niño menor de 5 años muere por causas directa o indirectamente relacionadas con la desnutrición.
Porque una de cada tres personas sufre malnutrición, por la cual sucumbe a enfermedades que, de estar adecuadamente nutrida, serían evitables.
Porque, al mismo tiempo en que sucede esta tragedia silenciosa, 1500 millones de personas tienen sobrepeso, y 500 millones padecen de obesidad.
Porque gran parte de nuestra humanidad compartida está malcomida.
Porque nos estamos muriendo, sobre todo, de enfermedades crónicas no transmisibles vinculadas directa o indirectamente con nuestra mala alimentación.
Porque la alimentación es un derecho humano y un bien común.
Porque los alimentos no deben ser mercancías.
Porque todos y cada uno de nosotros tenemos derecho a tener acceso físico y económico, de manera regular, permanente y libre, a una alimentación adecuada o a los medios para obtenerla, que nos permita desarrollar una vida física, psíquica y social saludable, satisfactoria y digna.
Porque los pueblos tenemos el derecho de definir nuestras propias prácticas, políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, que nos garantice una alimentación cultural y nutricionalmente adecuada y suficiente.
Porque el hambre no es culpa de la naturaleza, sino un producto humano.
Porque el hambre es un crimen y las personas que mueren por no tener acceso a una alimentación adecuada son las víctimas de un orden social desigual e injusto.
Porque está en nuestras manos el poder encerrarlo, de una vez y para siempre, en el interior de un museo.
Porque en ese extraño museo podremos tomar conciencia, pensar y actuar, para que el hambre no se nos escape nuevamente.
Y quede allí, recluido, para siempre.
Y nuestros hijos lo visiten.
Y digan:
"Hubo un tiempo en que había hambre en la tierra.
Pero una generación de hombres y mujeres tomó la decisión de encerrarlo en un museo.
Y, después de mucha lucha, lo lograron".
Porque quizás todo esto no sea cierto.
Pero quizás sea profético.
Porque cada 7 segundos un niño menor de 5 años muere por causas directa o indirectamente relacionadas con la desnutrición.
Porque una de cada tres personas sufre malnutrición, por la cual sucumbe a enfermedades que, de estar adecuadamente nutrida, serían evitables.
Porque, al mismo tiempo en que sucede esta tragedia silenciosa, 1500 millones de personas tienen sobrepeso, y 500 millones padecen de obesidad.
Porque gran parte de nuestra humanidad compartida está malcomida.
Porque nos estamos muriendo, sobre todo, de enfermedades crónicas no transmisibles vinculadas directa o indirectamente con nuestra mala alimentación.
Porque la alimentación es un derecho humano y un bien común.
Porque los alimentos no deben ser mercancías.
Porque todos y cada uno de nosotros tenemos derecho a tener acceso físico y económico, de manera regular, permanente y libre, a una alimentación adecuada o a los medios para obtenerla, que nos permita desarrollar una vida física, psíquica y social saludable, satisfactoria y digna.
Porque los pueblos tenemos el derecho de definir nuestras propias prácticas, políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, que nos garantice una alimentación cultural y nutricionalmente adecuada y suficiente.
Porque el hambre no es culpa de la naturaleza, sino un producto humano.
Porque el hambre es un crimen y las personas que mueren por no tener acceso a una alimentación adecuada son las víctimas de un orden social desigual e injusto.
Porque está en nuestras manos el poder encerrarlo, de una vez y para siempre, en el interior de un museo.
Porque en ese extraño museo podremos tomar conciencia, pensar y actuar, para que el hambre no se nos escape nuevamente.
Y quede allí, recluido, para siempre.
Y nuestros hijos lo visiten.
Y digan:
"Hubo un tiempo en que había hambre en la tierra.
Pero una generación de hombres y mujeres tomó la decisión de encerrarlo en un museo.
Y, después de mucha lucha, lo lograron".
Porque quizás todo esto no sea cierto.
Pero quizás sea profético.
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